viernes, 21 de junio de 2013




Confundí un instante con el infinito
y entregué de mis labios los mejores besos,
de mi corazón, los más profundos secretos;
no oculté mi debilidad ni el pasado inalterable
puse mi alma al sol para no quedar nada a oscuras.

Toleré lo intolerable, esperé lo que nadie espera,
perdoné lo que para algunos es imperdonable,
y desaparecí en el silencio sacrosanto de la divina voluntad.

Hoy recojo olvido desierto y despojos.
trago el sabor de la desilusión
y el consuelo de la revelación
he amado ciegamente
y en tinieblas palpaba lo que pensaba me pertenecía
cuando en realidad ponían frente a mí,
un rostro que no era real;
eran las sobras de un viejo amor
el eco de una entrega ajena
que encontraba su saciedad…en mi.

Diego Emilio Corzo.


jueves, 6 de junio de 2013



Colapso de la Espina y la Espiga.

La noche trae el eco de una jornada agitada
que parece no encontrar descanso;
y tras los párpados cerrados prosigue en imágenes oníricas,
mientras mi pecho sufre el colapso de la espina y la espiga;
una me desgarra gota a gota, en el ahora,
empuñada por la ausencia;
la otra trae aroma de abundancia a futuro.

Aunque reflexione esto,
entre la razón perspicaz y la inmutable Fe que se me otorga;
cada saeta de su mirada la llevo conmigo,
cada lágrima de amor, capricho, o injusticia
me envuelven en los continuos segundo impiadosos.
Muchos dirán “hombre de doble ánimo”
mas yo, solo yo, sé que es porque estoy enamorado.
Muchos desconocen que el amor no corresponde solo a dos seres
sino que son tres los que participan:
hombre mujer y señoreando entre ellos Dios.

He oído por allí que es la actitud lo que importa,
mas la actitud sin un sabio concejo puede ser
solo impulso para tropiezo, una decisión premeditada;
¿Cual es la premisa entonces?
¿Quedarnos inertes?
Tan solo es, ser pacientes.
¿Por cuánto tiempo?
En los tiempos de Nuestro Dios.

Diego Emilio Corzo.
(Derechos reservados) 


miércoles, 5 de junio de 2013

Al despertar...




Al despertar vi a mí alrededor un centenar de inútiles cosas,
donde en cada una de ellas creía encontrarme conmigo mismo;
despertaban el orgullo de mis gustos y anhelos,
era mi pequeño imperio, reflejo de mis pasiones,
pañuelo de mis desaciertos y aciertos
y cada rincón se comenzaba a llenar más y más.
Ese imperio comenzó a quedarme pequeño,
incómodo y polvoriento;
sin saberlo era la tierra que cubría mi tumba.
¡Estaba edificando con ella mi sepulcro!
Hoy estoy hastiado de ello,
mi vida no descansa en la materia de mis posesiones,
despierto sacando los escombros de mis ojos
y puedo vislumbrar en lo alto, en los cielos,
donde se halla la verdadera Gloria,
que allí hay descanso para mi alma,
que en los cofres del reino celestial están, los verdaderos tesoros,
que dirán, cuanto realmente he vivido.

Diego Emilio Corzo.

lunes, 6 de mayo de 2013




Ayer moría asesinado por una palabra
y en la agonía sólo me acompañaba la soledad
y como un sepulturero con pala al hombro
el silencio esperaba mi expirar.
Quien había disparado tales municiones cargadas de veneno,
muere día a día bajo el peso de su propia maldad.
Yo sobreviví; siempre me levanta de entre los muertos
una mano que da cuerda a mi viejo reloj;
siempre esa misma mano me indica “ve, y sigue caminando”
no antes, sin darme un fuerte y amoroso abrazo;
y así prosigo peregrino, caminando entre municiones en el suelo,
entre trincheras y heridos a palabrazos
alentando a los caídos a levantarse y seguir sus caminos
porque esa es la vida del soldado
esforzarse y ser valiente y alentar a sus compañeros ;
y el que nos cura las heridas en beligerancia,
el que nos dice “levántate y anda” es nuestro Jesucristo
que nos asegura la batalla ganada.

 Diego Emilio Corzo.


sábado, 16 de febrero de 2013

Mis pasos sobre tierra seca.





Mis pasos van sobre tierra seca;
el mundo que me rodea exige de mí, lo que no le daré,
porque pide a gritos cave mi propia tumba,
Mas ya no le pertenezco,
he sido arrancado del abismo.
he sido lavado por sangre sacrosanta
y el espíritu que hoy mora en mí,
va lavando el barro que cubre mis ojos,
va deshelando mi corazón, ayer, piedra borrascosa.
Se levantan como grandes muros los enemigos,
porque ser hermano de Cristo es enemistad con el mundo;
ahora queda la lucha, la carrera sin tregua,
de morir una y otra vez en la batalla,
hasta ser perfeccionado,
hasta ver la gloria de un Dios que nos ama.

Diego Emilio corzo